Comer en la Amazonía es una experiencia extraña para sentidos acostumbrados a los sabores de la ciudad. Es un goce distinto el que se siente en el paladar cuando la mezcla de sabores estalla al primer mordisco. En Iquitos y alrededores todo está permitido, y la glotonería no es un pecado capital.
Por eso comer en la selva es tan rico. Porque, además, desde el mercado hasta el restaurante más elegante ofrecen la posibilidad de degustar un plato con todos los sabores de la selva. Total, la materia prima la tienen ahí nomás, en ese lugar cerquita al paraíso.
Puedes comer un juane, esa tradición envuelta en hojas de bijao que lleva consigo el sabor del arroz y el pollo. Engreírte con el tacacho, el plátano molido que se acompaña de la cecina recién hecha. O mejor pescar tú mismo el almuerzo, fresquito.
La experiencia se inicia en el mercado. En el embarcadero de donde salen los botes a los distintos lugares cercanos a Iquitos en el que puedes envalentonarte para comer suri, un gusano presente en el árbol del aguaje que sabe a chicharrón de pollo una vez frito.
Comer piraña y no ser comido por ellas, es otra opción, aunque también es sabroso ir más allá.
El Amazonas Sinchicuy Lodge queda a 45 minutos de Iquitos. Hay energía eléctrica por horas y tours que te invitan a disfrutar tu estancia cerca a la naturaleza. Sin embargo, uno de sus principales atractivos es la comida. Ahí fuimos recibidos con una muestra de platos regionales que incluyó el delicioso tacacho con cecina y el tradicional juane, acompañados de una maravillosa salsa de cocona y pescados locales a la parrilla. Todo asentado con el mítico masato, la chicha de yuca que en los pueblos indígenas se hace fermentando el tubérculo con la saliva pero que aquí se hace con azúcar (felizmente).
Si lo que quieres es darle un toque diferente y hasta romántico a tu estadía en la selva, puedes ir a Al frío y al fuego, un restaurante flotante que puede ser una delicia por sus platos que fusionan la comida internacional y la amazónica. La cocina está en medio del comedor, así que también puedes vivir de cerca la experiencia de cómo se preparan los platos. Ahí, por ejemplo, degustamos una patarashca, que no es otra cosa que un pescado suave como la doncella envuelto en hojas de bijao y a la parrilla, bebemos un trago a orillas del río o nos bañamos en la piscina antes de volver a Lima con varios kilos de más.
