BIEN POR CARAL... ¿Y LOS OTROS MONUMENTOS?
Parece que fue ayer cuando El Comercio dio a conocer los hallazgos de la arqueóloga Ruth Shady, quien tercamente inició la defensa de la ciudad sagrada de Caral, hoy reconocida por la Unesco como la civilización más antigua de América y Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Tan honorífico título ha sido, sin duda, la mejor noticia que los peruanos, y también los latinoamericanos, han recibido y festejado esta semana.
Y es que Caral, con sus reconocidos 5.000 años de antigüedad, ratifica la riqueza arqueológica e invalorable de los vestigios que alberga nuestro país y que probablemente todavía no acabamos de descubrir en toda su dimensión y valía. Sin embargo, esta distinción también nos compromete con la impostergable tarea de la protección de todos los monumentos prehispánicos, que si bien logramos recuperar del olvido o de las montañas de arena y tierra que los ocultan, ahora tenemos la obligación de mantener y preservar.
Como señalaba el recordado Silvio Mutal, ex asesor del precursor Proyecto Regional de Patrimonio Cultural para América Latina y el Caribe (Unesco-Pnud), “siempre será difícil desenterrar la ciudad antigua que está bajo nuestros pies; lo salomónico es conservar lo que podemos descubrir”.
La reflexión es pertinente. No solo ante el reconocido valor de Caral, que algunos pretendieron desdeñar en los inicios de las labores de investigación, sino cuando, por el otro lado, el Estado Peruano no está cumpliendo con la protección de muchos otros monumentos que también son Patrimonio Cultural de la Humanidad.
No se trata solo de descuidos y negligencia en la conservación y puesta en valor, sino también en la falta de protección de los monumentos ante invasiones y otros excesos. Allí están, por ejemplo, los abusos que se perpetraron en el pasado reciente contra el Santuario Histórico de Machu Picchu, el Centro Histórico de Lima, el Parque Nacional del Manu o contra las líneas y geoglifos de Nasca, que ponen en riesgo estos monumentos, como ha advertido la Unesco.
Recientemente denunciamos las transgresiones contra la zona arqueológica de Chan Chan, cuando una empresa minera anunció su intención de explorar y explotar hierro en la llamada zona de amortiguamiento de la ciudadela trujillana. Debemos rechazar tajantemente tan criticables iniciativas y afirmar la obligación de nuestro país de preservar el legado de nuestros antepasados, que es parte de la peruanidad.
Tampoco se puede tolerar ni alentar la agresión contra el patrimonio monumental, pues ello sería un búmeran contra nuestra actividad turística, eje del desarrollo económico y social.
Fuente:El Comercio
